Dimanche 4 septembre 7 04 /09 /Sep 01:21

Esta noche, y como es sábado, me ha llamado un amigo para salir a dar una vuelta, pero la verdad  es que no tengo ganas de salir, hoy tengo un día de esos tontos, entre depre y un poco melancólico, es uno de esos días en los que no te apetece hacer nada, y he preferido quedarme en casa tranquilo haciendo el vago en el sofás.

Me he puesto a navegar por la red para matar el tiempo. Y he encontrado este artículo, que me ha hecho reflexionar, y que os paso para compartirlo con vosotros, el autor del artículo es Antonio Antón,

Que hace referencia a los gay cuando nos hacemos mayores. Y la verdad es que me ha hecho pensar, en esa realidad de la vejez, yo  ya me aproximo mas a esa edad aunque  ahora tengo 50 años y para nada me siento mayor, aunque para la mayoría de los gay soy un viejo, sobre todo para los reciensalidos del armario que se creen lo mas divino del universo y que nunca llegaran a esta edad, pero que equivocados están.

Bueno os paso el texto de Antonio.

Casi todas las culturas, las que están vivas y las ya desaparecidas, han tenido en sus mayores una fuente de sabiduría y experiencia respetada y tenida en cuenta, cuidada como un preciado bien. La sociedad occidental de hoy en día ha cambiado ese concepto y posterga a los ancianos, a los que se ve más como una molestia que como seres que puedan aportar algo y de los que prácticamente nadie se ocupa. La juventud, la belleza, la innovación y la productividad son en el nuevo milenio, los valores en alza que la publicidad y el mercado se encargan de exaltar y potenciar, mientras los viejos quedan condenados a ser ciudadanos de segunda categoría.

Este hecho se hace más evidente cuando se trata de homosexuales, lesbianas y transexuales que han pasado la barrera de edad en la que socialmente ya no se considera útiles a las personas.

En este caso, sólo se puede hablar de desigualdad. A no ser que se tenga una situación económica saneada que asegure que una vez llegada la jubilación se pueda mantener la independencia y el estilo de vida que se desea, las opciones para este sector de la población se reducen a la mínima expresión ya que se vuelven una carga para los familiares, prefieren no hacer uso de las prestaciones sociales públicas para la tercera edad porque están diseñadas bajo una óptica exclusivamente heterosexual y no se sienten parte de los cacareados conceptos de “nueva identidad gay” y “mercado rosa” porque la discriminación más cruel es la que sufren por parte de los jóvenes de su misma condición sexual con sus miradas despreciativas, o directamente con el insulto, si se atreven a tomar una copa en una bar de ambiente; jóvenes que no se paran a pensar que algún día estarán en parecida situación.

Las mismas asociaciones que tanto están luchando por la equiparación de derechos del colectivo gay adolecen en sus programas de líneas de acción para acabar con la desigualdad legal a la que se enfrentan sus mayores y, en muy contadas ocasiones, las únicas actividades que fomentan en relación con los ancianos son de voluntariado en ayuda domiciliaria para aquellos que precisan cuidados por su estado de salud, supliendo, con mejor intención que efectividad, la oferta que tendría que venir, necesariamente, de las administraciones.

LA VEJEZ ES FEA, FEÍSIMA

El escritor y periodista Eloy Rosillo reflexiona para Malangay sobre la vejez. Nacido hace 69 años en Madrid, niño de la guerra y habiendo sido, en el ámbito familiar, educado “en la izquierda del respeto y la tolerancia”, Rosillo ha sido un hombre ávido de conocimiento -se define como “un culo inquieto”- lo que le ha llevado a viajar por medio mundo y a trabajar en diferentes medios de comunicación como Radio Nacional de España, Radio Juventud, Radio Popular o las revistas “Radio Cinema”, “Dígame”, “Sábado gráfico” o “Cine en 7 días” y el “Diario de la Costa del Sol” y a ser el editor, bajo el pseudónimo de Luis Acornada, de la primera publicación gay en España, “Party”, que se editaba en Barcelona. Ahora se dedica a la literatura. y entre los libros salidos de su imaginación. Está la obra poética “Espero del mar, esperé del hombre” y las novelas “Simplemente Lola”, “Y así fue cada tarde” o “Nunca más gritaré”.

Sin pelos en la lengua y con un fino sentido del humor, Rosillo dice que la “la vejez es fea, feísima” y cree que el problema más visible para los ancianos gay “es el del rechazo. Es fácil aún escuchar -si es que no estás ya sordo- `viejo de mierda’. Entras en un club y no es que no te miren, es que no te ven: eres el hombre invisible. Los viejos miramos con admiración a los jóvenes, a algunos. Es el placer de la contemplación, es hermoso, casi poético. Personalmente, no intento ligar porque tengo un gran sentido del ridículo; de respeto a la distancia física y psíquica.  Aparte de que haya algún gerontofílico, en general me parece más digno mirar y soñar. Es preferible retirarse a tiempo a que te larguen de un manotazo y te quiten de en medio”.

Sobre los jóvenes comenta que “si antiguamente la juventud escuchaba, se acercaba a `sus mayores’ para aprovechar sus enseñanzas, hoy, con el infinito mayor bombardeo de la información/desinformación, hay juventud que se cree maravillosa. Habría que recordarles lo que decía Jardiel Poncela: `La juventud es la única enfermedad que se cura con los años’. No se dan cuenta de que viven colonizados por la moda -los más gilipollas dicen `fashion’-, la cultura de la hamburguesa y la coca cola. Viven, piensan y se mueven uniformados. ¿No se dan cuenta? Pues una mayoría, no”.

Preguntado sobre si hay interés por los viejos en las asociaciones gays y qué valoración hace de ellas, afirma que “les importamos un rábano. Te dicen que están las puertas abiertas a todos… pero ves sus programas y todo es para jóvenes, con jóvenes. Mi valoración de ellas es más bien… baja en calorías, muy baja. Inclusive, si entras en alguna de ellas y observas que algunos de sus miembros van a soltar plumas (que me parecen hasta divinas), otros a ligar, unos pocos pretendiendo hacer política y algunos cabecillas descaradamente a trepar, a colocarse los primeros en la foto. Y el que se mueve….”

Aunque admite que no tuvo la necesidad de reconocer públicamente su condición porque ser homosexual “no estaba mal tolerado en el mundo en el que me moví”, hace un chiste macabro y espeta que “respetando muchos a mis viejos -y, claro, a mí mismo- a partir de los 65 ó 70 ya no se sale del armario, se sale del sarcófago. Y los más pudientes, del quirófano con alguna arruguita de menos. A estas edades, si fuiste vencido, ¿le vas a decir a tus hijos, a tus nietos: `nenes, el abuelo es maricón’?. Y si no fuiste vencido. ¡Hala!, a aprovechar que son cuatro días”.

A Rosillo le alarma especialmente “la falta de respeto y el bajo nivel de educación y cultura” que hay en la actualidad y que “se mide a la gente por lo que tiene, no por lo que vale”. Asegura que con cierta edad el amor ya no se centra en el sexo y que “encuentras otras cosas que son muy positivas. Yo, por ejemplo, soy feliz con un libro nuevo”.

 

 

Par cgaandalucia - Publié dans : Soledad gay
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