La inmigración homosexual en Europa se acrecentó en la última década del siglo pasado. España se convirtió en un destino predilecto; su estilo de vida, su propia cultura, el idioma, las oportunidades que brindaba a nivel laboral, eran puntos a favor. Muchos homosexuales en gran mayoría provenientes de América Latina buscaron mejores oportunidades -no siempre de índole económico- por estas tierras. Y aunque al principio algunos debieron superar obstáculos jurídicos, administrativos y financieros, lograron establecerse y llevar una vida plena en una tierra desconocida. Con la aprobación del matrimonio homosexual gracias al PSOE, el sueño de muchas parejas mixtas (formadas por europeos e inmigrantes), se hizo realidad. Se vivía en una sociedad que nos exigía mucho, pero que nos compensaba con derechos igualitarios y sobre todo con oportunidades laborales que nos permitía vivir de una manera normal. Quizá sin mucho exceso, pero si con una buena calidad de vida.
Pero actualmente todo esto ha cambiado. La incertidumbre ha pasado a ser el pan de cada día. Con un desempleo que va en aumento, con un nuevo gobierno del PP que bajo su manga posee un recurso en contra del matrimonio igualitario y una serie de medidas en contra de las minorías, todo ese optimismo se ha convertido en pesimismo. Desahucios, embargos, desempleo, negación de atención en la Seguridad Social, también afectan a nuestro colectivo. La idea de salir del país en busca de mejores oportunidades cruza las mentes de muchas parejas mixtas.
El crecimiento económico que ahora vive América Latina, está en la mira de muchos. A excepción de algunos países que tienen leyes igualitarias similares o idénticas a la española, existen otros países que no las poseen, pero la mayoría gozan de una economía en auge. Por ello, para muchos homosexuales latinoamericanos radicados en Europa, la idea de volver a sus países de origen con sus parejas europeas, es la mejor solución. Si bien conocen que en sus países existe problemas de seguridad, carencia de servicios sociales básicos como prestación de desempleo, acceso general a la sanidad, entre otros; prefieren pasar por alto todo esto con tal de dar un giro a sus vidas.
¿Pero es tan fácil este cambio?
Pero no siem pre la relación se da entre un europeo y un inmigrante. Por casualidades de la vida, muchos inmigrantes de diferentes nacionalidades se unen por estas tierras. Es una relación binacional en tierra foránea. Y si su vida de pareja se ve afectada por la crisis, viene la pregunta del millón, ¿a cuál de nuestros países iremos? Aquí se barajan una serie de pros y contras, donde uno quiere salir ganador. Quizá la continuidad de vivir en una tierra neutral a sus países de origen sea la solución mas salomónica, pero eso no dura mucho si apremian las necesidades.
Uno de ellos tendrá que experimentar nuevamente lo que es vivir en un país diferente y ese proceso de adaptación puede costar mucho. Mientras el otro se sentirá pleno en su país siendo cauteloso ante ciertos prejuicios sociales, pero tiene que sumarle la carga de tener que responsabilizarse de su pareja en su proceso de adaptación.
Según averiguaciones hay dos países de América Latina predilectos para emigrar. Estos son:
Aunque las parejas de diferentes nacionalidades en ocasiones deben hacer frente a prejuicios de la sociedad, si se vive en un entorno social caracterizado por el respeto, la igualdad y la tolerancia frente a nuevos proyectos de vida, ésta tiene una posibilidad excepcional de demostrar que existen distintas formas de llevar adelante una relación de pareja. Ojalá en España se pueda seguir haciendo, de lo contrario tendremos que alistar maletas, y que el reportaje siguiente de hace algunos años, no quede en el recuerdo.