La soledad  en el mundo Gay

 

La soledad es una experiencia que tiene que ver con la fantasía de la compañía. Una persona que esta adecuadamente integrada en su quehacer en armonía con su vida, porque su vida tiene sentido, nunca esta en soledad, solo o acompañado.

 En cambio el que no tiene esa relación de armonía consigo mismo se sentirá solo aunque este acompañado.                                              

Soledad, un caso real, como ejemplo.  

Desde que tenía  25 años frecuenta las saunas de Barcelona, en busca de una buena compañía pagada. Un par de veces por semana, entra solo en la sauna, se pasa horas buscando aquello que no sabe, o no se atreve a buscar fuera, y al final escoge a un chico. Se mete en una de esas cabinas sucias y con bastante falta de higiene, le pide al chapero que le acaricie, que le bese, no quiere follar, ni que le follen, no.

 Quiere sentirse amado durante esa media hora. A veces, según me explica, ha llegado ha fingir con un chapero. En ese momento, para el, la persona que esta con el no es un chapero, y por eso no quiere que se de cuenta de que no disfruta, no quiere decepcionarle.

 A pesar de todo, durante esa media hora se ha sentido amado. Al acabar sale de la sauna. Solo, como entró, pero tal vez, un poco más vacio que antes. Hoy en día, Javier se siente solo. No tiene un grupo de amigos. Se pasa la mayor parte de su tiempo libre en casa o en la sauna. Tiene miedo de no saber encontrar lo que esta buscando. Tiene miedo de no volver a enamorarse. Y tiene miedo de morir solo.

 Este es un pequeño extracto de un documento de “República Gay”

Todos, porque somos humanos.

Estamos en medio de tiempos vertiginosos donde la gente no repara en pequeños detalles, donde hay un vacío constante provocado por el consumismo, las modas transitorias, el crecimiento de las ciudades, la migración, la falta de compromiso y de aceptación a la diversidad, y mil factores más que hacen que la soledad se considere el mal del siglo.

Ante este panorama, la necesidad de tener un refugio, un espacio, se hacen necesarios, pero también alguien con quien compartir trocitos de vida, imaginando que será el amor eterno, que el o ella son los ideales que se esperan.

Pero la soledad aumenta cuando lo que se espera no llega y ese vacío crece y parece que va a consumir todo a su paso y derribará todo por dentro. Terminamos por volver obligatorio tener a alguien para llenarnos un poco y fingir que es amor.

Antros, alcohol, drogas, cuerpos ajenos, encuentros efímeros, compras compulsivas casi innecesarias, citas absurdas, compañías incomodas, palabras al aire, mujeres rotas, hombres desechos que fingen y esperan no fluctuar. En medio de todo, buscando paz.

Eso no siempre se muestra, se finge que todo está bien, que no nos afectó la ruptura que tuvimos, total él o ella se lo pierden, si yo fallé no lo reconozco, siempre es más fácil culpar al otr@. Y esa misma noche hay que cubrir el silencio abrumador con el ruido estridente de un antro, de una noche acompañado, de nada.

El círculo crece y las cosas no cambian, llega alguien nuevo y creemos será igual al otro quien nos hizo sufrir. Sin entender que el riesgo siempre va a existir y se reducirá cuando nos permitimos conocer REALMENTE quién está a nuestro lado. Procurando no correr y conocer más allá de una hermosa cara, un cuerpo tentador, pasatiempos o gustos en común o tener un par de citas lindas.

Inevitablemente debemos ir más profundo. ¿Cuándo nos adueñamos completamente de nosotros? ¿Cuándo nos exploramos aunque duela? Si esto no está explorado nos conformamos o dejamos acompañar por personas que no son del todo lo que esperábamos.

Todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido soledad y nos ha dolido, incluso marcado, pero tenemos historias de encanto y desencanto en el amor y en la vida, porque no son planos ni únicamente felices.

El silencio gana, el miedo de saberme vulnerable no me permite mostrar lo que siento, lo que duele, y se llora por las noches o simplemente se aprietan los dientes para que nadie nos vea llorar, ni siquiera uno mismo.

Si llega haber algún momento en que se reconoce ese dolor y por temor a que alguien más nos dañe nos quedamos estancados, hablando de lo mismo y evitando tomar al toro por los cuernos: crear un duelo, llorar, enfrentarme y seguir con precaución.

Muchas veces ese hueco que queda se suple con alguien más a quien se lastimará al no tener claro qué se quiere y terminar usandolo sin sentir algo real o sano. Las heridas no sanan así, quizá hasta puedan aumentar y terminar cargándose por mucho tiempo, postergando el dolor.

La soledad no se llena con cosas externas, mucho menos con personas; la soledad nos toca llenarla a nosotros mismos, descubriéndonos, encontrándonos, escuchándonos, respetándonos. Sabiendo que hay mucha mas vida que un antro, un ligue fácil o comprar ropa hasta hartarse.

Hay sentimientos, grupos de ayuda o actividades diversas, cine, personas distintas, un atardecer, un parque, el cielo profundo, un café pequeño casi íntimo alejado del glamour, una tarde comiendo palomitas y viendo películas, el sentir el aire en la piel, el poder contemplar la profundidad del cielo o del mar...

Hay mucho más...

Permítete sentir. Ríe y llora, son parte de ti.

Luis Miguel Tapia Bernal/Anodis