El escritor Sergio Fernández en El Mediterráneo de Cervantes, su juventud: Italia y Argel, un texto lleno de erudición pero también del sabor de la conversación y del tono cotilla, hace la gran revelación: Miguel de Cervantes era gay.

El máximo representante de las letras españolas, fue esclavo entre 1575 y 1580 de Hasán Veneciano. Y, por lo investigado por Fernández, también su amante. En las páginas del libro también se entra en controversia sobre si Cervantes era bardaj (pasivo) o era bujarrón (activo).

Fernández dice que era “un pobre soldado manco, desconocido, pobre, enfermo y valiente” agregando que él y su amo Hasán “muy posiblemente hayan tenido relaciones íntimas, nada inusual en el medio argelino y en todo el Magreb”.

Los motivos de sospecha de algunos especialistas se han suscitado por la ambigüedad sexual en personajes y relaciones de Los baños de Argel —que escribió sobre su cautiverio— y, en general, en toda su obra hay pistas reconocibles sobre asuntos que ha tratado la moderna literatura queer y gay.

También se sospecha que Cervantes intentó fugarse cuatro veces y Hasán lo perdonaba, cuando la costumbre era castigar fuertemente o vender al esclavo insumiso. En tono de broma, algunos detractores se preguntan si lo que sigue es descubrir la sospechosa relación entre Don Quijote y Sancho Panza.

Fernández especula con “la posibilidad de que la homosexualidad pudiera ser un componente más de su perfil biográfico, en particular durante sus cinco años de vida en Berbería”. Pero antes que Fernández, Kathy Acker en su Don Quixote volvió al caballero una mujer delirante y a Sancho, un perro, para dejar clara la falsedad de toda identidad social. Cómo sea, quizá en este siglo, Cervantes termine siendo un nuevo ícono de la cultura gay.